Nunca imaginé que un simple cuaderno de emociones nacería de la unión de tres verdades ineludibles: mi hijo, mi propia historia... y la pieza que faltaba en un amor imposible.
1. El Grito Silencioso de un Niño
Todo explotó en el aula. Lo que para el sistema eran etiquetas ("Desobediente", "TDAH", "Problema conductual"), para mí se convirtió en una señal de alarma. Vi a mi hijo apagarse, temblar, hasta el día que intentó escapar por una ventana.
Pero él no tenía un problema. Tenía un corazón grande en una tormenta emocional que nadie entendía.
Ese día entendí la verdad que libera: Los niños no "se portan mal", nos están hablando con el único lenguaje que conocen: su comportamiento. Necesitan ser escuchados, necesitan presencia y, sobre todo, necesitan entenderse.
2. La Fuerza de Quien Siente "Demasiado"
Esa batalla me agotó por completo. Me rompí. Y en medio del caos, resonó la frase: "Si tú no estás bien, ¿cómo pretendes que tu hijo lo esté?"
Empecé a mirar hacia dentro y descubrí que toda mi vida había sido etiquetada como "demasiado": demasiado sensible, demasiado intensa. Lo mismo le pasaba a mi hijo.
Lo que creí un defecto es, en realidad, mi mayor fuerza: soy muy capaz emocionalmente. Siento fuerte, leo el mundo de una forma diferente y sobre todo, entiendo a cada persona. Su tormenta, su trauma, su dolor o su fuerza. Entonces dejé de intentar encajar en moldes que me asfixiaban. Encontré mi brújula. Y me puse a escribir
3. La Verdad del Amor (y la Auto-Reparación)
La tercera lección llegó con la dolorosa claridad de una relación que no pudo ser. Yo creía que el amor lo curaba todo.
Pero me encontré frente a alguien incapaz de amar correctamente, no por maldad, sino por la ausencia de herramientas emocionales. Un hombre roto.
La gran revelación fue esta: No puedes enseñar a sentir a quien ni siquiera sabe sostener sus propias emociones.
Comprendí que mi "amor" era, en realidad, mi desesperada necesidad de reparar lo que el otro no sabía sentir. Fue el momento de dejar de reparar corazones ajenos y empezar a aceptar el mío
Las tres historias se unieron en un puzzle perfecto : un niño que pedía palabras, una mujer que buscó la fuerza en su intensidad, en un mundo que siente bien poco y un hombre roto, incapaz de amar.
La visión fue rotunda: Si queremos que nuestros hijos crezcan libres, sanos y seguros, debemos darles el mapa de su corazón antes de que la vida les enseñe a callarlo.
Así nació el Diario de las Emociones. Un espacio real donde un niño puede nombrar y recorrer la alegría, la rabia, el miedo... y poner palabras donde antes solo había silencio.
Este diario no busca la perfección.
Busca ser útil. Busca ser un puente. Busca ser el comienzo de un lenguaje emocional que a muchos nos faltó.
Si sientes que es hora de transformar la manera en que educamos el corazón de nuestros hijos... Este diario es para ti.